Cuadernos Mexicanos.

Primer Cuaderno 
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En la última parada de un Chile largo hasta el sur.

Puerto Montt es un invierno, una lluvia intermitente que no se cansa de murmurar 
al entrar en contacto con los techos de zinc.

  Los días se sucede uno tras otro con un dejo de otras primaveras.
Me recuerdan al olor de las flores amarillas del Chacay y a los atardeceres tardíos que sorprenden a los turistas en Angelmó.

La bahía, un desierto azul  desconcertado,
 ante la presencia de algunas golondrinas que pretenden anidar en los bordes verdosos
de la isla.

Mañana les hablaré de ti.

(En Ciudad México  ha nevado...)




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El color de tu ciudad.

Te extraño y extraño el color de tu ciudad, 
la agitación nocturna y el  líbido concupiscente de sus antros.

 Extraño, también, aquella sensación de tranquilidad errática
que nos embargaba por las calles de México Histórico.
 
(Allí me regalaste la cabeza maya, lo recuerdas...)

  Cómo olvidar tu gente y la sonoridad de sus labios que se deshacía entre el  olor de la  tortilla  de maíz y   el mole.

  Cómo olvidar al Bazar del Sábado
y nuestras primeras expediciones por aquellos derroteros
de la vieja y sabia cultura siete veces debajo de sí misma...

Oh, querido Xoximilco,
nunca te pude ver sobrio, los mariachis me lo prohibían...

 No podría ni por un sólo segundo  desprenderme de tantos recuerdos.
 Ellos han llegado a formar parte de este libro que nunca acabo de empezar.





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Antes que nacieras.
 
Tú, una  vida fresca y desconocida para mí...
 
 Yo, un mare magnum que toca constantemente los extremos más occidentales entre  la oscuridad y la claridad.

Si embargo, como diría Borges:

 “Te ofrezco el recuerdo de una rosa amarilla vista en el ocaso,
 años antes que nacieras."

(I offer you the memory of a yellow rose seen at sunset,
 years before you were born.)

Pero no todo es tan ambiguo, mi querido amigo, porque sé que en este ir y venir  hay una intersección preparada desde antes que tú y yo supiéramos de sí. 

Reconozcámoslo...
Compartimos el mismo signo, el mismo estigma que nos ayuda a encontrarnos en el laberinto de  esperpentos y simulaciones del que cada día somos parte.

En la gracia del aire, eternamente...


(Gonzalo Rojas)




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Sencillamente se trata de la fisura.


Las imágenes: un extraño instante  que perciben
otro mundo de este mundo”.

Es eso, sólo eso: un desconcertante momento que marca
 el inicio de la búsqueda y de todo
 los sucesos, reflexiones y desaciertos  que necesito entender.


Hoy Ciudad de México guardo silencio...
por un momento
en mis ojos...




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Fisuras.


No sé como usar las palabras para darles la ubicación necesaria a este orden de ideas.
 Veo que no queda ninguna alternativa.  Lo único, tal vez, que más se puede acercar a mi propósito, es prescindir de la conciencia que tengo de ellas mismas: en la cocina la chacha prepara tortas de carne y ensaladas de jícama que tanto le gustan a Jorge. 






Segundo Cuadernos.
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Yoyontzin.


                  1.  Cómo explicártelo:

Eras el Papagayo de la gran cabeza
y , como tal,
Yo, Yoyontzin, tenía que marchar de todos modos.
Dejé mi sombra y algunas molestias y, a cambio,
me traje el maíz que en esos días  cosechaste
para recordarte como el primer día 
en la sala de Nezahualcóyotl.
(Sueño de una noche de verano...)




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2.  ¿Recuerda que soy un provinciano?

¿Sabes lo qué es  para un provinciano del mundo
conocer la tierra de Netzahualcóyolt, Tlaloc y la Frida?
Siempre te reías de eso, 
pero te agradaba ser la Serpiente Emplumada:
el ojo del universo dentro de los mios...

Supe ocultar el susto litúrgico de las grandes calles,
pero ganó "La esponja"
 -como una vez me dijiste camino a Acapulco-
y disfruté el día con todos los hombres
y con todos los besos del tequila 
en una sola gran noche de verano,
en un sólo instante de luz...



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3. COLONIA ROMA

Por las tardes, 
en tu ausencia
me escabullía entre las líneas del 
"Vampiro de la colonia Roma"
para conocer aquellos rincones de la  megalópolis:
El Samborn's del Angel y La Zona Rosa.
Esa misma noche me llevaste a conocer
la ruta del Vampiro y de los chavos
que nos ofrecían sus ungüentos
de amor 
por la módica suma
del abrigo de nuestras camas... 



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4. Teotihuacán.

Piedra en la piedra, el hombre, dónde estuvo?
Pablo Neruda

Piedra sobre piedra:
una entrada al pasado
que estalló en mi vientre...
Alguien me esperaba entre los nopales,
en la tierra
en el aire
en toda la geología
en una estación, tal vez, pasada
-Ya no habían sembradíos de maíz ni tianguis de intercambio de cacao-
pero alguien me esperaba allí
en medio del sol 
en medio de la luna
ocultándome hasta ahora su rostro
entre las rocas que, translúcidas,
tocan mi cuerpo.



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5. No te dije adiós.

 Pero yo soy Yoyontzin.
Tuve que volar.
(Aunque tú me sientas cuervo)


Y una lágrima empañó
Las luces de la megalópolis
Que cada noche
Transitaron mis sueños
Con tequila y mariachis.

Quién sería capaz de decir adiós
Cuando sientes que aquellas calles
Dialogan
Infinitamente
Con el corazón.